El fiado: La estrategia que sigue viva en las tiendas de barrio
“Fíeme que mañana sin falta le pago”, “¡anóteme ahí, veci!” o el clásico “usted sabe que yo no le quedo mal” son frases que sobreviven al paso del tiempo y que, lejos de desaparecer, se reinventan en las tiendas de barrio. Esta práctica tradicional de confianza comunitaria aún late con fuerza en miles de tenderos que, aunque temen no ver de nuevo ese dinero, entienden que fiar no es solo vender sino también sostener relaciones.
Aunque muchos lo dan por muerto frente a las nuevas tecnologías de pago y la exigencia de una economía más formal, el fiado resiste como símbolo de cercanía en barrios populares, veredas y pueblos donde la tienda es un lugar de respaldo mutuo. “Si no fío a veces no vendo.” dice Don Álvaro, tendero del barrio Las Acacias. “Los vecinos vienen sin plata, pero me compran y después me pagan”.
Pero fiar no es un acto ciego, hay todo un sistema de códigos y estrategias que los tenderos han desarrollado con sabiduría. Algunos tienen su libreta donde anotan cada deuda como un ritual. Otros usan WhatsApp para mandar recordatorios amables de pago e incluso hay quienes recurren a memes con indirectas como “La tienda no es banco, pero tiene más deudores que uno”.
“Hay clientes que uno sabe que pagan religiosamente el primero de cada mes, pero hay otros que lo ven a uno como banco sin intereses”, agrega Don Álvaro”. Por eso, muchos han implementado límites como no se fía más de 10.000 pesos, no se fían cervezas ni cigarrillos y quien debe del mes anterior no se le vuelve a fiar hasta que pague. “El secreto es fiar poco y cobrar amablemente”, dice entre risas.
¿Debería morir el fiado?
No faltan quienes argumentan que el fiado atrasa, complica el flujo de caja y expone al tendero a perder su inversión y es que fiar no es solo dar crédito, es entender las dinámicas del barrio, los ciclos del salario, el impacto de la informalidad y hasta las crisis familiares. En pocas palabras es una forma de resistencia comunitaria frente a un modelo económico que no siempre considera la realidad de quienes viven del día a día.
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