La llegada de supermercados como el D1 y el ARA ha cambiado el panorama comercial en muchos barrios de Colombia. Estos formatos ofrecen precios bajos y una gran variedad de productos, lo que representa un reto para los tenderos tradicionales. Sin embargo, lejos de rendirse, muchos tenderos han demostrado que es posible competir y mantenerse firmes destacando sus fortalezas.

Una de las principales ventajas que tienen las tiendas de barrio es la cercanía. No solo física, sino también emocional, la tienda está a pocos pasos de casa y muchas veces el tendero conoce a cada cliente por su nombre, sabe qué productos prefiere y hasta cómo está su familia. Este trato personalizado genera una confianza que difícilmente puede igualar una gran cadena. Los tenderos pueden reforzar esta relación escuchando a sus clientes, preguntando por sus necesidades y recomendando productos útiles según su día a día.

Otra gran ventaja es la flexibilidad en los horarios. Mientras las grandes superficies cierran a una hora fija, las tiendas de barrio suelen adaptarse al ritmo del barrio, abriendo más temprano, atendiendo en las noches o domingos. Además, ofrecen el fiado, una práctica que, aunque requiere control, sigue siendo esencial para muchas familias que viven del día a día. Este gesto solidario convierte a los tenderos en aliados de la economía doméstica.

Los tenderos también pueden diferenciarse ofreciendo productos frescos y de consumo rápido, como frutas, verduras, huevos, pan o arepas recién hechas. Tener productos que se acaben rápido garantiza rotación, frescura y atención diaria del cliente. Igualmente, cuidar la presentación del local, mantener la tienda limpia, ordenada, bien iluminada y con precios visibles puede mejorar la experiencia del cliente sin necesidad de hacer grandes inversiones.

Competir no siempre es bajar precios. A veces, el verdadero valor está en lo que las grandes superficies no pueden ofrecer como la cercanía, la confianza, el apoyo y la creación de comunidad.